Mi intención no es narrar las peripecias que tuvimos que hacer con mi amiga Camila para poder asistir a la presentación de Lucybell el sábado 21 de febrero en un pub porteño, sólo relataré lo ocurrido en el epicentro mismo de la furia, exaltación y emoción del público asistente.
Después de esperar más de cuatro horas el glorioso acceso al segundo piso (lugar donde se llevarían a cabo las presentaciones), logramos por fin ubicarnos en un lugar decente cerca del escenario. Una vez allí, el público se hizo escuchar pidiendo a gritos la pronta puesta en escena del trío chileno. Fue una larga espera amenizada con una música envasada de selección, desde Los Bunkers hasta Radiohead, pasando por Pulp y De Saloon.
Pasadas las 01.00 de la madrugada, llegó al escenario un tipo alto, de pelo alborotado y con una polera de Ramones. Era Sergio Lagos junto a su banda. La verdad es que ninguna de las almas presentes en el público había comprado entradas para verlo a él, por lo que su paso por el segundo piso del pub fue un completo fracaso. Pero ¿Para qué ser tan lapidaria? Buenos músicos, buenas melodías, letras notables -"The Telephone is ringing, is my mother on the phone", por decir un ejemplo. Siendo una letra muy similar a la de The Police, es bastante pegajosa-. Un S. Lagos exaltadísimo, con una puesta en escena muy Libertines, un look muy rockero, elogiando exageradamente a Valparaíso y a la gente presente. Pero la verdad duele, o al menos así dicen las malas lenguas, y es que el señor Lagos no canta, grita. Por este motivo, sumado a la furia contenida del público lucybellico, debido a la ridícula tardanza del show (Lagos pisó el escenario después de una hora de lo presupuestado), el ex animador del Festival de Viña fue víctima de pifias y epítetos de grueso calibre por parte de la gente reunida en el local.
Debo admitir que disfruté viendo el espectáculo, a pesar que de vez en cuando me uní a la masa que pedía a Lucybell entre cada canción de Lagos. Al parecer, no soy tan fan del grupo chileno después de todo, reconozco que no he sido fiel en lo que nuevas canciones y discos respecta, pero sí me puedo jactar de tener sus cinco primeros álbumes en mi reproductor.
Finalizó el repertorio de Sergio y volvió la música envasada. Esta vez fue el turno de Los Chanchos, Los Prisioneros y hasta de Joe Vasconcellos.
A eso de las 02.10 de la madrugada Claudio, José Miguel y Eduardo comenzaron su presentación. Geniales, siempre. Un poco más de lo mismo, pero brillantes. La atmósfera que se creó fue agradable, la emoción de los fans admirable y doy por seguro que más de alguna persona quedó afónica después de esto.
Gritar la canción favorita tocada en vivo deja un sentimiento de plenitud, alegría y satisfacción. Grandes temas, gran banda. Superó mis expectativas. Cierto es que por algunos motivos debimos abandonar el recinto antes que terminara el cuasi concierto (no crean que fue por motivos conductuales, ningún guardia nos expulsó, llegamos a la salida completamente dignas), pero de todas maneras verlos en vivo es gratificante. Por cierto, mi predilecta será siempre Milagro, y prácticamente por milagro logré cantarla junto a la multitud. ¿Qué más puedo añadir? Fue una buena noche cargada de emociones, risas y buena música, que claro, debe repetirse, así que revisaré los próximos eventos acordados en el puerto principal.
(Sacada de mi blog anterior. Sí, quiero actualizar esto)
Después de esperar más de cuatro horas el glorioso acceso al segundo piso (lugar donde se llevarían a cabo las presentaciones), logramos por fin ubicarnos en un lugar decente cerca del escenario. Una vez allí, el público se hizo escuchar pidiendo a gritos la pronta puesta en escena del trío chileno. Fue una larga espera amenizada con una música envasada de selección, desde Los Bunkers hasta Radiohead, pasando por Pulp y De Saloon.
Pasadas las 01.00 de la madrugada, llegó al escenario un tipo alto, de pelo alborotado y con una polera de Ramones. Era Sergio Lagos junto a su banda. La verdad es que ninguna de las almas presentes en el público había comprado entradas para verlo a él, por lo que su paso por el segundo piso del pub fue un completo fracaso. Pero ¿Para qué ser tan lapidaria? Buenos músicos, buenas melodías, letras notables -"The Telephone is ringing, is my mother on the phone", por decir un ejemplo. Siendo una letra muy similar a la de The Police, es bastante pegajosa-. Un S. Lagos exaltadísimo, con una puesta en escena muy Libertines, un look muy rockero, elogiando exageradamente a Valparaíso y a la gente presente. Pero la verdad duele, o al menos así dicen las malas lenguas, y es que el señor Lagos no canta, grita. Por este motivo, sumado a la furia contenida del público lucybellico, debido a la ridícula tardanza del show (Lagos pisó el escenario después de una hora de lo presupuestado), el ex animador del Festival de Viña fue víctima de pifias y epítetos de grueso calibre por parte de la gente reunida en el local.
Debo admitir que disfruté viendo el espectáculo, a pesar que de vez en cuando me uní a la masa que pedía a Lucybell entre cada canción de Lagos. Al parecer, no soy tan fan del grupo chileno después de todo, reconozco que no he sido fiel en lo que nuevas canciones y discos respecta, pero sí me puedo jactar de tener sus cinco primeros álbumes en mi reproductor.
Finalizó el repertorio de Sergio y volvió la música envasada. Esta vez fue el turno de Los Chanchos, Los Prisioneros y hasta de Joe Vasconcellos.
A eso de las 02.10 de la madrugada Claudio, José Miguel y Eduardo comenzaron su presentación. Geniales, siempre. Un poco más de lo mismo, pero brillantes. La atmósfera que se creó fue agradable, la emoción de los fans admirable y doy por seguro que más de alguna persona quedó afónica después de esto.
Gritar la canción favorita tocada en vivo deja un sentimiento de plenitud, alegría y satisfacción. Grandes temas, gran banda. Superó mis expectativas. Cierto es que por algunos motivos debimos abandonar el recinto antes que terminara el cuasi concierto (no crean que fue por motivos conductuales, ningún guardia nos expulsó, llegamos a la salida completamente dignas), pero de todas maneras verlos en vivo es gratificante. Por cierto, mi predilecta será siempre Milagro, y prácticamente por milagro logré cantarla junto a la multitud. ¿Qué más puedo añadir? Fue una buena noche cargada de emociones, risas y buena música, que claro, debe repetirse, así que revisaré los próximos eventos acordados en el puerto principal.
(Sacada de mi blog anterior. Sí, quiero actualizar esto)
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